Desde la publicación de Maus, de Art Spiegelman, se abrió una ruta para que algunos autores de cómic entraran en un camino lleno de posibilidades gráficas, en las que los contornos de la memoria se han vuelto -la seña- y la marca de un tipo de cómic que no cesa de hacer exploraciones, y versiones creativas posibles en una narración gráfica. Por un lado, la afirmación acerca de que los cómics pueden contar algo “serio” es la justificación para que los cómics sean usados cada vez más como medio documental, debido a que sus elementos de registro resultan maleables para este tipo de propósitos. Documentar entonces las huellas de los episodios familiares es una de esas formas de hacer memoria que se ha ajustado a un espacio donde el dibujo es una forma de recordar, algo que pasó con Epiléptico de David B y Persépolis de Marjane Satrapi, ya hace unos años.
Uno de eso casos recientes es: Todo lo que pudimos, de la autora vietnamita Thi Bui, que reconstruye una narración donde se van reflejando en el tiempo los acontecimientos que le dieron forma a su vida familiar (la guerra, la dictadura y la inmigración). El punto de partida en lo narrado por Bui, no es el relato del sobreviviente al uso, como lo hizo Spiegelman, sino la continuidad de la vida, el pasado, lo que viene, cómo esta tiene una comunicación con todo aquello que no es perceptible en el presente, y cómo la posibilidad de una nueva vida está conectada con el pasado no solo inmediato, sino el pasado y todos los agujeros desconocidos que están en la genealogía de toda familia, de cualquier tipo de familia, o de todo individuo. De ahí que la maternidad en Bui en ese estado encuentra el momento, y punto de conexión para reconstruir una parte de su historia. Es por eso que las dudas sobre lo desconocido, el miedo y la falta de provisiones es lo que le sirve a Thi Bui para recrear el testimonio de su familia y lidiar, con algo de claridad, por encima de los temores que ha traído lo inesperado.
Ampliando el marco que había ofrecido Marcelino Troung en Una guerrita de nada, la intimidad familiar de Bui se expande en un viaje que alterna preguntas y deja respuestas mientras el viaje de refugiados toma forma, y el esquema de lo que ha sido su vida, reúne las piezas que le permiten entender su lugar en el presente. Bui tenía tres años cuando Bố su (papá), su mamá embarazada y sus hermanos viajaron escondidos en un barco pesquero hacía una de las costas de Malasia en 1978, un destino que solo sería provisional antes de llegar a los Estados Unidos. El fin de la guerra había entonces puesto un camino inestable para vencedores y los vencidos.
Los efectos del pasado, y el presente y la recreación de los momentos que Bui hace de la memoria familiar, dejan expuestas las fisuras, las marcas emocionales y el extravío cultural que supone el ser refugiado, así como las consecuencias de todo lo que ha pasado, y todo aquello que ha sido posible, a pesar de la condiciones en las cuales nació su hermana (justo antes de la ofensiva Tet en 1968) y el recuerdo de su otros hermanos muertos: Thảo, en Saigón en 1974; y Tâm en un campo de refugiados de la ONU en Malasia en 1978.
A pesar de ser un relato convencional, sin mucho riesgo y experimentación formal, el ambiente creado en Todo lo que pudimos, presenta una autobiografía hecha por materiales con distintos orígenes y testimonios; las entrevistas y versiones que van desde el rompecabezas que unió a sus padres a pesar de los caminos disimiles; la pérdida y la construcción de una nueva vida, en otro lugar fuera del territorio originario y demás transcripciones, fotografías y dibujos que hacen de la narración no solo un testimonio sino un trabajo documental cercano al registro periodístico, ya que el punto de vista de Bui, por lo menos en lo narrado, tiene un equilibrio que le permite no desbordarse en emociones. Todo esto con el uso de una gama de colores austera, dejando de lado los rasgos atractivos.
A medida que avanza en su reportería, Bui va descubriendo cómo su historia personal ha sido afectada por la historia política de Vietnam, de la cual solo conocemos en occidente unos retazos televisados y de entretenimiento, en los cuales los vietnamitas son personajes sin voz, inanimados, que decoran de paso la historia de un país exótico. De ahí que Bui, reconstruya las versiones de los hechos, algunos identificables (como la fotografía que tomó Eddie Adams), que fueron cercanos a su familia, encontrados en sus revisiones, versiones contradictorias, lo que le permite plantear tesis sobre la historiay, sus significados que parece más cercanos a los de un tablero de ajedrez.
Las migraciones son un hecho innegable en los primeros años del siglo XXI. La lectura de Todo lo que pudimos, nos recuerda cuánto ignoramos sobre los refugiados, lo poco que sabemos sobre esas vidas desarraigadas. Ese es el efecto de esta narración, que logra además hacerle un homenaje a la familia, sin excederse en el tono lacrimoso, pues lo que queda en evidencia es la vida que existía antes de este presente y que seguirá estando ahí, en algún lugar, luego de nuestra existencia, para confirmar una vez más que todo lo que somos no es el centro del universo.