Desde hace varias décadas se han publicado numerosas antologías literarias en Colombia. La mayoría de ellas dedicadas al cuento y la poesía, por su corta extensión. La predilección por dicho formato obedece a diversos intereses, por ejemplo, exhibir la evolución de un género, abarcar una generación de escritores, e incluso ofrecer una oportunidad de publicación y visibilización a autores emergentes. Las antologías no son una excepción en el panorama del cómic colombiano, ya que recientemente han surgido diferentes propuestas como los talleres Hablemos de BD (Pereira), que concibió dos antologías de relatos dibujados, y la antología de mujeres historietistas Cómica que lanzó este año la editorial Mapache Cómics (Medellín).
En ese fértil horizonte aparece 4 mesas, una antología que expone historietas de varios integrantes del primer Taller Distrital de Narrativa Gráfica de Idartes (2019). La selección de los participantes del taller pasó por el agudo ojo editorial de Pablo Guerra y Henry Díaz, un tándem irrepetible que no solo se une para hacer historietas, sino también para compartir el proceso de creación de estas. El taller se dictó en veinte sesiones de cuatro horas durante el primer semestre del año pasado. Aunque fueron muchos los aspirantes a la primera versión del taller, solo cuarenta fueron admitidos, de los cuales veintiocho publicaron en la antología.

La lista de autores que conforman la obra no es cerrada, puesto que es una muestra del amplio espectro de historietistas bogotanos. Algunos de ellos, como Rowena Neme, Miguel Vallejo (Gusanillo) y Pavel Molano, ya cuentan con publicaciones en su haber; sin embargo, la mayoría apenas comienzan. De esta manera, en el libro se cruzan creadores reconocidos y primerizos. Además, se ofrece un mapeo de la dinámica historietística en Bogotá. Hay que precisar que la antología no es una obra de grandes temas, pero sí un abrebocas de todos los posibles relatos que se pueden gestar con los talleres venideros.
La crisis creativa, la incertidumbre, el uso del tapabocas como premonición de nuestro presente y la insatisfacción son algunos de los tópicos que conforman la antología. A pesar de que no hay una unidad temática, sí se observa una visión de conjunto en la extensión de los relatos, de una a tres páginas, y la paleta en blanco y negro. Por otra parte, la variedad en los trazos y en la composición de las páginas es predominante. Basta la mirada de un lector curioso para identificar las transiciones de la tradicional plantilla de viñetas a la plancha que prescinde de ellas; de los globos de diálogo a los textos de pensamiento; del trazo icónico al realista, e incluso la inversión del blanco y negro para dejar la página en negativo. Todo ese derroche visual es una muestra fehaciente de la destreza de los autores en el manejo del lenguaje del cómic.

En las sesenta y cinco páginas de la obra antológica existe una rica conversación entre los autores, por ejemplo, Estefanía Ballesteros (Epifanía), Luisa Lozano (Lulo), Rowena Neme y Victoria Romero (Vic) coinciden en la narración silenciosa y sutil. Por otro lado, un diálogo mucho más experimental sostienen Verónika Cháves y «Gusanillo», quienes con un trazo figurativo bracean por la narración abstracta, enfrentando al lector con una pluralidad de interpretaciones. En relación con la forma de graficar, Jesús Hernández (Sincresus) y Juan Suárez (Zauros) convergen en un dibujo elaborado en cuanto a la proporción y perspectiva de las escenas. Lo anterior son algunos de los tantos vínculos que puede vislumbrar el lector.

Aunque suele atribuirse a la obra de tipo antológico una función canonizante, 4 mesas no es el producto de un ejercicio de esa índole. Por el contrario, es fruto de un proceso de aprendizaje de creación de la historieta en el que se conformó, espontáneamente, una nueva camada de talento historietístico que de otra forma no podría ser conocido, debido a los pocos espacios de formación y publicación en nuestro medio. De ahí la importancia de estimular y fomentar dichos escenarios por las editoriales e instituciones culturales.
Si la forma antológica, durante el siglo XIX, «fue una de las estrategias que propusieron los románticos con el fin de democratizar la cultura literaria» (Agudelo, 2006, p. 143), el cómic colombiano podría aventurarse más en esta forma discursiva para recuperar la producción de historietistas que pasan desapercibidos, visibilizar las creaciones regionales y, de paso, reforzar el término antología de historietas, del mismo modo en que lo hizo la literatura con la antología literaria. Todo ello, sin perder la postura crítica respecto a las obras de tipo antológico.
Referencias
AA. VV. (2020). 4 mesas. Antología de narrativa gráfica 2019.
Agudelo, A. M. (2006). Aporte de las antologías y de las selecciones a una historia de la literatura. Lingüística y Literatura, (49), 135-152.
*En redes sociales, bajo la etiqueta #cuarentenaNG, circulan historietas sobre la pandemia realizadas, algunas de ellas, por participantes de la segunda versión del Taller Distrital de Narrativa Gráfica de Idartes (2020).